sábado, 30 de marzo de 2013

La atención al turista


[Artículo publicado por el director de GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 29 de marzo]

Los que quieran, y puedan, se habrán escapado estos días de vacaciones, aprovechando el puente. Se perderán por el centro de Francia, descubrirán la historia de Grecia o practicarán su inglés por las praderas irlandesas. Y deberán adaptarse a las costumbres locales.
Es decir, no pretenderán comerse una paella en Innisfree, un gazpacho en la Provenza o unas borrajas en Tesalónica; si lo intentan, será para amargarse el viaje y las expectativas gustativas. Y si ya persiguen comer a las tres de la tarde o cenar pasadas las diez, pásense directamente al bocadillo. Quiérese decir que, en la mayoría de los destinos turísticos consolidados, es el viajero quien debe adecuarse a las costumbres locales. Es lo que tiene el turismo de interior, el radicalmente contrario al mar y playa, donde el viajero busca sumergirse, siquiera brevemente, en la cultura que le acoge.
Lo que no significa, si ahora lo analizamos desde el punto de vista de la oferta, convertirse en talibán de las esencias patrias; especialmente cuando hay que buscar los turistas con lazo. Escribimos sí, de este Aragón.
Este Aragón en el que un excursionista amante de la naturaleza sufre en demasiados alojamientos para poder desayunar a las seis de la mañana, pues si lo hace más tarde ya no tendrá tiempo de disfrutar sosegadamente de nuestros paisajes.
El mismo en el que, todavía, el nivel de inglés de nuestra hostelería es precario, por no decir nulo. Donde las cartas en francés o inglés, no digamos ya en ruso, son excepciones.
O donde se ríen del francés que pretende comer a la una —«tómese una cañita y una tapa, y espere que ya prepararemos las mesas»— y en cuya capital resulta literalmente imposible cenar, a la carta, en un restaurante al uso, antes de las ocho y media. Donde al reservar una mesa para las nueve, que es cuando cenamos en nuestras casas, nos piden que lleguemos más tarde, so pena de encontrar la puerta cerrada.
Y esto, al parecer, los responsables del turismo en Aragón no acaban de tenerlo claro.

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